Desde la Patagonia hasta el sur de Estados Unidos, y desde Filipinas hasta Guinea Ecuatorial, el español se convirtió en un idioma puente, fusionándose con lenguas y costumbres preexistentes para dar lugar a nuevas identidades culturales. Esta vasta extensión geográfica explica la diversidad intrínseca de lo hispano: no es lo mismo la cultura mexicana que la argentina, la caribeña o la española, pero todas comparten un tronco común.
